viernes, 27 de febrero de 2009

Más sobre la marca Tiffany’s, diseño, lujo, delicadeza y mito.



Desafiando a la crisis -dicen que para el lujo no hay crisis- hoy se ha abierto en Madrid, en el número 10 de Ortega y Gasset, una nueva tienda de la emblemática y lujosa marca Tiffany’s. Un espacio en donde se ofrecerá una selección de las piezas que pueden adquirirse en el establecimiento original de la 5ª avenida, a precios “democráticos”.

Para los que no hemos estado nunca en la 5ª avenida y no hemos visitado la tienda, siempre nos quedará la dulzura de Holly en la película “Breakfast al Tiffany’s” y esa afirmación suya de que era el lugar en donde el sol brillaba las veinticuatro horas. Traducida al castellano como “Desayuno con diamantes” es una película de 1961 de Blake Edwards basada en la novela homónima de Truman Capote, con la inolvidable banda sonora de Henry Mancini y Johnny Mercer ¿quíen no ha tarareado alguna vez Moon River?. Una delicia de película con dos personajes principales bordados por una bellísima Audrey Hepburn y un atractivo George Peppard.

Esta película terminó de posicionar a la marca de joyas como uno de los pilares del lujo del siglo XX aunque ya anteriormente había sido un símbolo, una marca con glamour y un lugar frecuentado desde los años 20 por gente de la realeza y de la más alta clase social de muchos países. Entre sus históricos clientes se cuentan Abraham Lincoln, que obsequió a su mujer Mary Todd con un collar de perlas en la Guerra de Secesión, Richard Burton o Liz Taylor, dos buenos compradores de joyas.

Fundada en 1837 por Charles Lewis Tif­fany y su cuñado, John B. Young, inició su recorrido con el nombre de Tiffany & Young. El 21 de septiembre de ese año, con la llegada del otoño, estos emprendedores abrieron las puertas de su local sobre la calle Broadway, ya instituida como una de las más destacadas de la siempre glamorosa Nueva York. Aquel día, la caja recaudó la insólita suma de… ¡4,98 dólares! Pero ese mismo año registraron la famosa caja azul como marca registrada y en 1845 mandaron el primer catálogo de ventas a domicilio en la historia del comercio de EE.UU., se llama el Blue Book y aún existe.

En 1851 Charles decidió utilizar en toda la plata que vendía una combinación de 750 gramos de plata y 250 de bronce. Ahora esta aleación de 750/1000 es el estándar de la Sterling Silver, o plata esterlina. Y, siguiendo esta tradición de excelencia, en 1926 Tiffany estableció el estándar de pureza del platino.

Según cuenta John Loring en su libro Tiffany’s 20th Century. A portrait of american style, la inversión inicial del negocio había sido de sólo 1000 dólares, aportados por el padre de Charles. Sin embargo, hacia 1870, el panorama de la firma ya empezaba a perfilar lo que sería su imagen actual. Ese año, su denominación cambió siguiendo los pasos del mercado, y pasó a nombrarse Tiffany & Co.; para ese entonces ya se habían mudado a la esquina de la Calle 15 y Broadway, en Union Square. Charles Tiffany manda hacer a H. F. Metzler, diseñador de frentes de barcos, un Atlas de madera cubierto de bronce cargando un enorme reloj, que se colocó sobre la puerta y pronto se convirtió en el icono de la firma.

Gracias a Charles Lewis Tiffany, que tenía una idea muy clara de como debían ser los productos en cuanto a la calidad de los materiales y el diseño o incluso en todo lo relativo al material de publicidad y marketing, así como a los diseñadores George Paulding Farnham y Louis Comfort Tiffany -hijo del fundador-, la marca se impuso como un sinónimo de elegancia tanto en el ámbito de las joyas como en la de los objetos para los hogares.

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